Relato de una pasión y unas cuantas putas.

07:15 am

-¡Beep, beep! ¡Beep, beep!

-“Ag” –gruñí ante el sonido del despertador

-¡Déjenme ser feliz de una condenada vez! –Repliqué en voz alta y agudizando mi voz con la almohada, me quedé allí tendido por lo menos media hora más.

Ese era yo, no era extraño quejarme ante la rareza de un nuevo día, como tampoco lo era levantarme asustado y cogido de la tarde corriendo todas la calles de París como loco desenfrenado hacia el ballet, aunque en mi interior pensaba que sería un día como cualquier otro ¡qué equivocado estaba!.

Ah y es que por cierto, no me he presentado, mi nombre es… bueno, eso ya no importa ahora, pero algunos me llamaban “Don Juan”, los amigos más cercanos “Juanito” o al menos eso creo recordar, era un tipo alto de un metro con ochenta centímetros, poseía un cabello abundante y ondulado, un rostro pálido con unos grandes ojos color marrón intenso, y unos labios carnosos de un delicado color rosa; recuerdo que solía ir al gimnasio y también  recuerdo las largas horas en mi trabajo, el Ballet Éloite, por lo que disfrutaba de un cuerpo atlético. En fin, a mis veinte años era la reencarnación viva de algún dios griego desalmado, ¿desalmado? Sí, cierto día dejé de creer en la luna, los viajes por barco, los chocolates antes de dormir y en ese demonio del amor.

-¡Crick! – crujió al cerrarse la estúpida puerta cuando entré al ballet alertando a todos mi llegada con casi veinte minutos de retraso.

Aunque todos los sucesos de esta mañana tenían cierta rareza, y cierto aroma a misterio sutil, al principio pasé por desapercibido que el director del ballet en aquella ocasión se encontraba allí observando, no directamente, pero sí a través del espejo en frente de la sala. Noté su mirada frívola y con enojo, a lo mejor por mi retraso, así que avergonzado agaché mi mirada y preferí dedicarme a lo mío, y empecé a calentar.

Pero, ¿En qué iba? Ah, verdad. Muchos han habitado mi cama, unos prometiéndome la luna, cuando lo único que pretendían era follarme, y a otros se la prometí yo, tal vez por venganza o porque uno aprende de las lecciones de los demás, volviéndose igual que ellos. Muchos, y es necesario recalcar que demasiados, pasaron por los efímeros caminos de mi vida, pero ninguno marcaría huella tanto como lo que estaba por sucederme.

-¡Crick! –Volvió a irrumpir la puerta en el silencio del aula mientras calentábamos. Me volteé y allí fue la primera vez que le vi. Parecía que tuviese luz propia, era resplandeciente, con musiquilla de fondo, como en las películas, y ni más faltaba, le veía en cámara lenta.

Retiró sus auriculares, se saludó con el director, tuvieron una pequeña conversación muda, y luego éste en voz alta, anunció: -Les presento a Gabriel, nuevo bailarín de nuestra compañía a partir de hoy, espero que le acojan como a uno de los nuestros- se retiró y volvió el silencio a la sala.

Recuerdo que aquel muchacho de ojos perlados, cierto tono de piel particular como la porcelana, cabellos desbaratados y un cuerpo bien fornido, se ubicó a dos puestos detrás de mí, pero no duró mucho más el calentamiento, pues empezó a sonar el equipo de sonido, y efectivamente la coreógrafa había decidido empezar con la clase.

En las siguientes ocho horas no me fue posible evitar de mirarle, sus movimientos no eran precisos ni muy técnicos, pero a pesar de ello manejaba cierto grado de sensualidad y belleza, que todo cuanto conocía del ballet parecía desapercibido, pasaba a un segundo plano. Nuestras miradas se encontraban muy a menudo y notaba cierta picardía en él, a la vez vacía pero placentera.

Siempre era el último en salir, me demoraba mucho tiempo en los camerinos del ballet cambiándome y tratando de decidir qué ropa utilizaría aquella tarde, qué peinado me haría y muchas otras tonterías, y por supuesto que aquel día no sería la excepción.

Salí del ballet y recibí un susto tremendo cuando escuché una voz fuerte y varonil que me saludaba desde atrás.

-Hola, al fin sales ¿Eh? –giré mi cabeza y sólo bastaba ver sus labios para saber quién era. Gabriel me habló por primera vez.

-Me has tenido un buen tiempo acá fuera esperándote

-¿Si? Lo siento, no sabía que me esperabas

-No importa, igual no te lo había dicho. Vivo muy cerca de aquí ¿te apetecería si fuésemos a pasar un rato en mi casa? –Dijo con cierto tono de coquetería

-Sí, como no- ¡Bingo! Nos habíamos entendido entre miradas y ahora iba rumbo a casa de quien, sin darme cuenta, podría haberme enamorado a “primera vista”.

Fue cuestión de minutos y ya me encontraba entrando al ascensor de su edificio, se cerró la puerta, empezó a ascender y sentí un empujón hacia atrás, un beso apasionado a la par que recorría con sus manos mi cuerpo, unas leves caricias. Gabriel se había lanzado encima de mí, casi sin darme cuenta, debo decir que me cogió por sorpresa, no me lo esperaba. No me esperaba de un chico tan guapo tales tácticas tan efusivas y que despertarían mucho más mi atención por él.

Piso 15, la puerta se abrió, retiró sus labios de los míos, se quedó mirándome un momento y por un instante me quedé perplejo. Sacó sus llaves y abrió el apartamento, el cual era un poco pequeño pero bastante lujoso.

-Siéntete como en casa- dijo mientras me agarraba por la cintura y me regalaba un beso en la mejilla – ¿qué prefieres: té o jugo?

-Té- respondí instantáneamente.

-Vale, entonces ve a explorar el apartamento mientras te preparo el té.

Entré entonces a su habitación, llena de luz gracias a una gigante ventana de cristal que se posaba sobre la mayor parte de una pared, en otra había colgada una pintura abstracta, y enfrente un mural de fotografías, noté con cierta perspicacia algunas imágenes muy viejas reluciendo sonrisas perfectas, otras más recientes, que aunque brillantes, hacía falta cierta sensualidad, faltaba el auténtico soplo de vida.

-Así que has descubierto mi terrible pasado-me sorprendió y a la vez me ofreció el té

Me limité a sonreír y saborear el té –Mmm… delicioso- exclamé, más por cortesía que de pura verdad, se excedió con el azúcar, era más un agua dulce que un té.

Tanta confianza me ponía ansioso y pensativo, ¿podría tener acaso alguien de semejante hermosura un pasado oscuro? Me preguntaba cómo podría tener algún grado de maldad alguien que incluso parece un ángel cuando te sonríe. En el momento sólo ignoraba las preguntas y me limitaba a disfrutar.

Me llevó a la terraza para que observara la excelente vista que se apreciaba desde lo alto de ese edificio. Mientras dirigía mi mirada hacia el espectacular atardecer de aquel dieciséis de abril, me abrazó por la espalda, me sujetó fuerte, reposé mi cabeza sobre su hombro izquierdo y él aprovechó para mordisquear y juguetear con mi cuello. Aunque me provocaba cierto cosquilleo insoportable decidí aguantar cuanto pude, pero terminé alejándome para disfrutar más de aquella vista, en la que París sólo estaba a unas cuantas horas de deslumbrarnos con su luna plateada e incandescente.

Me agarró la mano y me preguntó: -¿No has querido escapar alguna vez?

-Muchas- respondí

-¿Te has sentido ahogado, vacío, con ganas de empezar otra vida en cualquier recóndito lugar de este miserable planeta?

Esta vez no dije nada, sin embargo le mire y allí le confirme mi respuesta. Y es que había algo de razón en lo que Gabriel decía, aunque no era consciente de ello, mi interior quería escapar en la fría madrugada, aparecer en algún pequeño pueblo extranjero y perderme entre las sombras y los recuerdos de un don nadie.

-¿Qué tal sí…? ¿Te escaparas conmigo? ¡Vámonos al fin del mundo! Atravesemos fronteras, tengamos algo de sexo y durmamos en cualquier motel barato.

07:15 pm

La luna ya empezaba a salir y yo me encontraba en el puesto de copiloto en el carro de Gabriel, un ostentoso y clásico Cadillac convertible de color rojo intenso, revoloteaba y revolvía i mano al viento de forma rítmica e incesante mientras Gabriel fumaba un poco de mariguana con opio y juntos bebíamos vodka al son de una salsa latina que me provocaba bailar. ¿A dónde íbamos? No lo sabía, tampoco Gabriel, aunque creía que sí, la intuición no era mi mejor amiga, de hecho, me traicionaba a menudo.

-¿Alguna vez has fumado?- me preguntó irrumpiendo el silencio.

-No- Le respondí con sinceridad aunque él no me creyó.

-¿Quieres probar?- Me ofreció a la vez que me pasaba el cigarro

-¿Qué? ¿Eso?

-Sí, pruébalo, ya verás lo bien que se siente.

-Una vez no le hace daño a nadie- Dije lo que nunca debía haber dicho.

Mi primera impresión fue horrible, pero él me insistió en que siguiera y que luego lo disfrutaría, así lo hice e ingenuamente seguí “fumando” si es que se le puede decir así, pues tocía más veces de lo que realmente aspiraba.

Pasaron diez minutos y mi mente empezó a alucinar con unicornios, arcoíris y hasta ninfas revoloteando en el bosque con Narciso. Morfeo invadió mi cuerpo y caí profundo en aquel sueño.

A partir de ese momento todo es muy incierto quizás fue sólo fantasía o lo más real que se podría vivir. Hay tanto de realidad como de ficción. Es una mezcla que, puesta en una balanza, permanecería neutral.

Sentí unas manos frías y grandes pasando por el dorso de mi cuerpo, cargándome. No me inmuté, me pesaban los ojos lo suficiente como para no abrirlos en un poco más de un siglo.

-Brr- Sonó el chapoteo del baldado de agua que caía sobre mi cuerpo desnudo.

-¡Ah, ah!- Grité ahogándome y con desespero.

No podría ver nada, traté de quitarme lo que tenía en mis ojos, pero descubrí que estaba atado, a lo mejor con una soga.

-¡No veo! ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Dónde estoy?!- Pegunté en voz alta como si alguien pudiese responderme. Eran más las preguntas que cruzaban por mi mente, pero sólo esas dos fueron las que vomité, las que la impotencia de mi condición me obligó a pronunciar. Trataba de zafarme, liberarme de aquella soga, al menos poder ver un rayito de luz, algo, pero no pude.

-¡Ya basta de tanto escándalo!- Gritó una voz gruesa, ronca y grotesca.

Me asusté y nuevamente grité y pregunté quién estaba allí

-JAJAJA se caga de miedo el pobre angelito- Replicó aquella ronca voz.

-¡Por favor, no me haga daño! ¿Qué quiere? Yo puedo darle el dinero que quiera- Estaba desesperado, lleno de miedo, me sentía impotente, eran muchas las sensaciones y emociones que sobresaltaban en mi cuerpo.

-Yo no necesito tu dinero, yo quiero algo más de ti.

-Ah, ya despertó la mariquita esa- Dijo otra voz, esta era más aguda y chillona.

-Jajaja- Rieron varias personas, podría jurar que habían unas tres o cuatro personas allí.

-Sí, y es tiempo de darle una lección- afirmó la voz ronca.

Un sujeto de manos peludas me agarró por la espalda y me levantó del suelo, me mantuvo en pie y empecé a sentir golpes por todo mi cuerpo, mi rostro, mis brazos, absolutamente todo. Sentía sangre, sudor, lágrimas, no resistía más. Al cabo de un tiempo aquellas manos peludas me soltaron y me acomodaron en el suelo abriendo mis piernas.

-Ahora, la verdadera diversión muchachos- De nuevo aquella voz ronca que me despertaba ira y dolor.

Me tocaron, algunos toscamente y otros de forma suave. Ya sabía lo que me esperaba y no sé si luego me desmayé o mi mente bloqueó todo recuerdo, pero todos abusaron de mí, hicieron con mi cuerpo cuanto la imaginación les permitía…

7:15 am

-¡Ag, joder! Nuevamente esa estúpida alarma. Moví mi brazo para alcanzarla, a cambió recibí el picoteo de un ave. Me asusté y traté de levantarme, y en cuanto abrí mis ojos sólo había tierra alrededor, me encontraba en la mitad de la nada, en un desierto, la alarma era producto de mi imaginación.

Me levanté, como una paradoja no sentía dolor, no recordaba porque estaba allí, pero para mi sorpresa, me vi a mi mismo tirado en el suelo. Fue impactante, me vi golpeado, mallugado, lleno de morados, golpes, sangre brotando de mis heridas, arena recubriendo mi cuerpo. Traté de observarme a mí mismo y sólo vi una delgada textura y una luz, como la seda puesta al sol, a contraluz.

Entonces comprendí que había muerto, que no tenía un día más para quejarme, no tenía un día más para llegar tarde, que estaba tirado en la mitad de la nada cuando la verdad volvía a mí en forma de un caleidoscopio de memorias y recuerdos de una vida efímera y pasada.

Yo sólo quería que me quisieran, y lo cierto es que Gabriel lo hizo, sólo durante unas cuantas horas, pero lo hizo, o al menos eso creía yo. No lo juzgo, no sé si fue él quien me entregó a aquellos hombres o si incluso él estaba entre ellos, prefiero pensar que fui amado aunque sea una sola vez. Dicen que el pasar del tiempo lo cura todo, pero ¿acaso tenía yo más tiempo? Ya todo había terminado. Lloré en silencio, con la impotencia sentada a mi izquierda, y a mi derecha la rabia. Mis antiguas compañeras de viaje volvieron a mi lado en aquellos momentos.

Si escuchan mi voz, seguro no será porque este cadáver les esté hablando, si leen mis palabras no será porque haya escrito esta vaga historia, sólo será una mera casualidad del destino que ha hecho llegar a vuestras manos mi sufrimiento y mi terrible destino.

Por: Sebastián B. Lara

Acerca de sebaslara

Soy zurdo, Aries y homosexual. Tengo casi veinte años, la dualidad de los psicópatas, el desdoblamiento de los genios y el 2x1 de un supermercado en oferta.

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